jueves, 13 de noviembre de 2008

Astillas

"Tenemos que hablar." Las palabras de Gerald tenían un frío total. Sara lo vio mientras caminaban, y sus ojos eran tan fríos y distantes como la neblina de San Francisco. Aquí viene, pensó. Ella lo había visto venir, pero no se sentía mejor por el conocimiento. Tanglewood había querido decir lo que había dicho. Los ritos del Amo del Conocimiento eran más poderosos de lo que ella habría creído.

Gerald silenciosamente había renunciado a encontrarse con su mirada, pero miró hacia la neblina. El fresco reflejo en su cara reflejaba el brillo anaranjado de las luces de la ciudad. Finalmente él habló. "Creo que sería... nosotros deberíamos... tal vez nosotros no deberíamos seguir viéndonos así"

Un golpe para el que se está preparado duele lo mismo. Sara tragó saliva, y por un largo momento no dijo nada, sintiendo la helada y húmeda arena bajo sus pies. Ellos caminaron en silencio por un rato antes de que ella contestara. "¿Así nada mas?" Las palabras le rasgaron en la garganta como vidrio. Gerald asintió con la cabeza. Él no tenía respuesta. Sara no esperaba que la tuviera. "Bueno, esto realmente viene de la nada," dijo, pero ella estaba mintiendo. Ella tenía una idea de exactamente de dónde había venido.

* * *

"Quédate junto al fuego," Tanglewood había dicho. Los ojos del Amo del Conocimiento reflejaban llamas danzantes mientras la fogata desangraba su calor en la noche de agosto. Sara caminó cuidadosamente por el claro lleno de piedras y tomó su lugar junto al fuego, sintiendo la mirada de su manada sobre ella.

"Me has decepcionado," dijo Tanglewood, su voz era pesada con tristeza y coraje. "Eres Garou, pero no estas unida a nosotros. Tú vives en tu propia vida, y te encierras de tu propia familia. Tu rehuyes a la responsabilidad y te separas sola, y aún así no estas completa, no tienes sentido de Gaia en tu corazón. El lobo y la mujer no son uno en ti. Tu alma es egoísta y está sola."

"¡Eso no es cierto!" Sara respondió. " ¡Y no es justo! ¡Soy nueva para todo esto! ¡Estoy apenas tratando de comprender esto! ¡Estas cosas toman su tiempo!"

"Has tenido tiempo," Tanglewood exclamó, " y lo has desperdiciado. ¡Ves a nuestra tribu como un gran juego nuevo, pero no aspiras a lo que debes llegar! ¡Estas separada ahora, como lo estabas hace dos años, todavía mujer y lobo, pero aún no un Garou completo!"

"Pero..."

"Tratamos de ayudarte," continuó, " y no te importa. ¡Tu vida pasada todavía es muy importante para ti, y te aferras a ella como una niña! Hasta que la dejes ir, no podemos perder mas tiempo contigo." Sara tembló, y cruzó los brazos ante la mirada hostil de su tribu. "Si deseas quedarte sola," dijo Tanglewood, "Lo obtendrás."

* * *

Las palabras de Tanglewood resonaban en su cabeza. Ira primaria se agitaba en su garganta, negra, atemorizante, demasiado familiar. Gerald, ausente, caminaba junto a ella, buscando respuestas en la neblina nocturna. "Así que, ¿cuánto tiempo has estado pensando acerca de esto?", ella preguntó.

"Unas cuantas semanas."

"¿Cuánto?"

"Poco más de un mes," él admitió. Sara lo miró filosamente. El Rito había sido hace tres semanas. "¿Alguna razón en especial?" ella inquirió.

Él movió la cabeza. "Muchas razones. No podría ponerlas todas en palabras."

"¿Que tal si tratas?" Ella volteó a ver sus pies, pegajosos con arena, mientras caminaban. Duda, miedo e ira se arremolinaban en la parte de atrás de su garganta como bilis, se mordió su labio, alimentando su Ira con su propia sangre.

"No me he sentido muy bien acerca de lo nuestro últimamente," él admitió, "son un montón de pequeñas cosas. Mira," dijo, deteniéndose, "somos muy jóvenes, ¿de acuerdo?" Esto era verdad; Sara estaba apenas cerca de los 18, Gerald un poco mayor. "Las cosas nunca duran a esta edad. Estoy pensando en la universidad después de todo, y solamente no quiero ir a Berkeley. Solo quiero ir a otro lado."

"Y dejarme aquí."

"Tú nunca me necesitaste para hacerme cargo de ti o de cualquier cosa," él dijo. (¿Había una acusación en su voz?) "Encontrarás a alguien mas."

"Y tú también." Ella comenzó a caminar de nuevo. Sintió costras siendo arrancadas muy dentro de ella, y las cortadas todavía estaban frescas debajo. La sangre de su labio sabía bien. "Bastardo," murmuró. Gerald no contestó. Y ambos caminaron en silencio por un rato. "Bueno," ella demandó, "¿no tienes nada mas que decir?"

Él movió su cabeza, y extendió su mano, pero ella rehusó tomarla. "Sara," imploró, "no seas así"

"¿Así cómo?" Su tono era amargo. "Lo veía venir, tu sabes. Lo vi. Solo quiero una razón. Quiero una explicación. Después de casi dos años. Creo que me merezco una. ¿Por qué estas haciendo esto?" La pregunta era una petición para una razón normal, racional, humana, mas allá de las maldiciones de Tanglewood. Ella lo dijo sabiendo que Gerald no tenía ninguna explicación, pero queriendo una de todos modos.

* * *

Ella lo conoció poco después del Primer Cambio, cuando su vida estaba en fragmentos. El sabor de mal vino era fuerte en su boca aquella noche, y sus ojos le ardían de llorar. Gerald había tocado su hombro y le había preguntado si estaba bien. Sara siempre había sido mala para mentir, pero lo había refinado a una forma de arte desde aquella noche.

Él había sido un chico dulce, entonces, todavía no de 18 años y un poco tímido, demasiado atento para su propio bien. Siempre había sido fácil mantenerla tranquila alrededor de él, y él aceptaba todo lo que ella le decía con callada resignación. Sara había construido una casa de engaños para escudarse de su nueva vida, y lo había mantenido como una barrera contra el lobo. Gerald era suave, de un buen modo, un ancla confortable, y se sentía mas libre con él que con la manada. Estas caminatas en la playa se habían convertido en un ritual, una limpia de su espíritu. Él se había mantenido en la puerta de su humanidad, la mujer que el lobo no podía dominar.

Ahora su voz era fría como el océano y sus ojos tan duros como el cristal.

* * *

Él se detuvo y volteó, mirando la oscuridad interminable. Las olas ronroneaban y seseaban hasta perderse de vista, esparciendo la arena. "No estoy seguro de a dónde vamos, Sara." Dijo después de un rato. "Llevamos un largo rato juntos, pero no sé a dónde vamos."

"Eso es un montón de basura." Su tono era callado y agudo. Ella retuvo una necesidad repentina de azotarlo contra la arena y gritar la furia existente debajo de sus palabras. Muy profundo, debajo de su máscara humana, Sara sintió otra, más oscura, necesidad de lastimar. Algo dentro de ella, retorcido y desatado. "No me vengas con esa mierda, Gerald," ella gritó entre dientes. "Te conozco demasiado bien. ¡Sé derecho conmigo, demonios! ¿Hay alguien mas o simplemente estas aburrido?"

Las palabras le golpearon. "¡Jódete!", respondió. "Esto no es fácil para mí, maldita sea!" "¡Es una verdadera alegría para mí!" ella atacó de regreso. "¡Escúchame!" ‚ él gritó, los ojos de ambos se ataron. "Estas pidiendo algo que no tengo." él dijo. "No hay nadie mas, Sara, no. Es solo que yo... los sentimientos no siempre tienen sentido. No podemos... me tengo que ir. Lo siento."

Lo estarás, dijo el lobo.

* * *

Sara había parpadeado lágrimas esa noche. La fogata del campamento lastimaba sus ojos, y ella no había podido soportar la mirada de Tanglewood. Junto a ella, Bessa, en su forma natural lupina, gruñó al Amo del Conocimiento. Tanglewood lanzó una mirada de regreso mientras Bessa trotaba hacia su amiga y se echaba en las rodillas de Sara, poniéndose entre el cachorro humano y el Amo del Conocimiento enojado. "No defiendas a tu acusada, Bessa," Tanglewood gruñó. "Ella esta entre dos caminos y no quiere escoger. Hasta que lo haga no es de ningún uso para nosotros o para ella." Ellos realizaron el Rito del Destierro y la mandaron fuera.

* * *

El lobo dentro de ella retractó la cabeza. Sara sintió su calor detrás de sus ojos y peleó por mandarlo abajo de nuevo. Gerald tomó su silencio como falta de palabras y trató de alcanzarla. "¡No!" Ella dijo de inmediato, y él retrocedió por reflejo. Alrededor de él, la neblina parecía brillar. La vista de Sara se hizo más nítida y su corazón saltó. El sabor del cambio, como un bocado de pasto de verano, se elevó desatado en su boca. ¡No ahora! Una voz dentro de ella gritó. Un fuerte viento súbito sopló desde el mar, mordiendo a través de sus húmedos jeans y su chamarra de cuero, erizándole la piel. Ella tembló, pero el frío fué mas profundo, más dentro que una fría brisa del mar. Ella gruñó. Gerald encontró su mirada, y ella lo clavó en su lugar sin levantar una mano.

* * *

Ella había vagado durante horas por el parque después del Rito, esperando a que algún pandillero la asaltara. Ninguno lo hizo. Cuando ella llegó a su casa, su Ira se había elevado a un nivel de fiebre, apenas detenida por pura voluntad, y ella caminó por el suelo de duela, murmurando para sí misma hasta que la presa se rompió dentro de ella y lanzó lo primero que tenía a la mano, -una lámpara de incienso con forma de perro chino- y lo lanzó contra el espejo. El golpe amargo la lanzó en una locura de destrucción, desgarrando muebles, destrozando ornamentos, aullando en furia rabiosa.

El lobo la tenía en sus fauces. Su Ira había hecho trizas su apartamento. Cuando su furia se hubo desgastado, ella se tiró al suelo, llorando mientras se revertía a su forma humana. Sus ropas colgaban en tiras, y el espejo de vidrio mordía entre sus rodillas. La sangre se mezcló con las lágrimas. Lloró hasta qué no pudo respirar, entonces alcanzó el teléfono.

Cuando él vino, no hizo preguntas. Solo la abrazó hasta que dejó de temblar, luego la ayudo a limpiar el desorden, sus ojos cafés nublados con preocupación.

* * *

"¿Sara?" Los ojos de Gerald estaban completamente abiertos, su voz era incierta. El lobo en ella quiso arrancar esos ojos de su cabeza. Sería muy fácil, aquí, solos, compartir su dolor con él de formas que él nunca olvidaría.

Palabras, torrentes de fuego, sed de sangre, y maldad hervían casi fuera de su alcance. "Vete a casa, Gerald." Dijo ella de repente, rompiendo el contacto visual y dando media vuelta.

¿Lo podía culpar? ¿Habrían acabado las cosas así si no hubiera sido por el rito de Tanglewood? ¿Corrían las cosas mas profundo que el rito, mas profundo que la superficie de las cosas de las que nunca hablaron? Sara había creado una pared de mentiras alrededor de su manada, su amante, ella misma. ¿Qué mentiras había creado Gerald? Él sabía tan poco de ella. ¿Qué tan poco sabía ella de regreso? Ella hirió demasiado fuerte, ahora, a decir verdad. Mejor tratar de resolver esto después, cuando las heridas no estén frescas.

"Oye, espera," Gerald dijo mientras Sara se iba. "¡Podemos hablar al respecto!" Ahora estaba junto a ella, tratando de tomarla del brazo. Ella se soltó. "No hay nada de que hablar," ella respondió. "Ya dijiste suficiente. Solo vete." "Lo siento" "Yo también, Gerald. Déjame sola. Por tu propio bien." El dolor se alojó en su corazón como astillas de vidrio. La Ira zumbaba apenas debajo de la superficie. Tenía que alejarse.

"¿Esto es todo?"

"Esa fué tu decisión." El lobo mordió su auto-control; dolor y soledad, Ira, confusión y tristeza pasaron sobre ella como olas frías. ¿Lo había amado alguna vez? ¿Lo amaba ahora? "Por favor solo vete." Demasiadas preguntas, demasiadas dudas.

* * *

Sara había sentido la diferencia en Gerald después de eso, las miradas a medias que él lanzaba cuando creía que ella no miraba. Ninguna pregunta, nunca. El no había pensado preguntarle que pasaba, no que ella pudiera haberle contado. El simplemente se retiró, como la manada, pero sin enojo o recriminación. Menos de tres semanas después de esa noche, el rito de Tanglewood había terminado. ¿O no? ¿Era esto obra del Amo del Conocimiento, o de Gerald, o de ella misma?

* * *

"Te llevaré a tu casa." Él la había alcanzado de nuevo.

"¡Vete!" La palabra era un latigazo, y había sangre detrás de ella. Ella tiró su máscara humana, y Gerald temió, finalmente viendo el lobo en los ojos de ella. El Cambio se erizaba justo debajo de su piel. ¡Déjame tenerlo! Gritó el lobo, y Sara dio un paso adelante. Su presa tropezó y cayó hacia atrás, arrastrándose en la arena. El miedo en sus ojos oscureció mientras ella bloqueaba la luz, lanzando su sombra a través de la arena. Ella podía oler su repentino miedo arriba del aire salado. Sus dedos rizados en ganchos, garras extendiéndose lentamente de debajo de sus uñas. Sus dientes crecieron, afilándose en colmillos. Solo fragmentos rotos de humanidad mantenían sus garras de la garganta de él. Sólo astillas de voluntad mantenían al lobo dentro.

"Lárgate de aquí," ella carraspeó. Gerald apenas se logró parar, con los ojos completamente abiertos, como conejo. Sara tembló, deseando abrazarlo, deseando matarlo, y se dio media vuelta en lugar de eso, mirando fijamente la fría marea. Ella esperó ahí, abrazándose a sí misma, hasta que la Ira se aplacó. Cuando se dio vuelta, él se había ido. Ella aulló hasta que su garganta quedó destrozada. El sonido se perdió en la incesante marea.

* * *

Horas después, Sara estaba sola en la playa, lavada con memorias y limpiada con el viento del Pacífico. Sus ojos le ardían, pero no quiso darse el lujo de llorar. La esquirla de la luna estaba escondida, envuelta en la brillante neblina que la envolvía como el vientre de una madre. Este vientre, aún así, era húmedo y frío, como la parte helada dentro de ella. El aliento de Sara era neblina frente a su cara, y las olas bañaban sus pies desnudos. Hubo un frío, una nueva belleza en la noche, y ambos, mujer y lobo, le dieron la bienvenida juntos. El viento frío acarició a Sara. Su tristeza se mantenía, pero la amargura se había disuelto. Ya era tiempo, pensó, de renacer.

"El lobo y la mujer no son uno en ti," Tanglewood había dicho. Después de las últimas horas, de cualquier modo, Sara sentía que habían llegado a una especie de entendimiento. Con nadie mas para crear interferencia, ninguno tenía opción.

En la distancia sobre la playa, el vacilar de las fogatas de playa calentaban la neblina danzante. De una vino el sonido de tambores, risa, y cantos fuera de tono, todo mezclado con el batir de las olas sin fin. Sara se detuvo, recordando noches similares con Gerald, con Rick y Ray, Shelly y la pequeña rubia con un nombre que nadie podía pronunciar. Viejas noches frescas en la niebla con el fuego, con una cerveza, con un grupo de amigos. Perdidos ahora, solo recuerdos. Era una buena noche para lamentarse, pero lamentarse era una pérdida de tiempo. Su vida había sido destrozada a fragmentos, ahora. Mejor enterrar los pedazos y seguir adelante.

Mas allá en la playa, luz de fuego apenas brillaba en un monte de vidrios rotos, botellas proyectándose en una duna blanca de arena. Sara maldijo mientras se acercaba al tiradero. Carbones rojos se estiraban, humo se elevaba en niebla, y las huellas de los bastardos que habían dejado el desastre guiaban al pavimento y lejos. Por como se veía el fuego, hace rato que se habían ido. Lástima.

Ella se arrodilló junto al fuego y levantó los pedazos más grandes, tirándolos en una bolsa de papel. Mientras trabajaba, Sara recordó a Gerald, levantando trozos de espejo roto. Tal vez no soy la única, pensó, que se quedó limpiando el desastre de alguien más. Las piezas grandes son las más fáciles de encontrar, Sara pensó. La parte difícil era limpiar las astillas, las tercas astillas de vidrio medio escondidas en la arena. No importa que tan cuidadosamente las recojas, ella reflexionó, algunas siempre esperan debajo, cualquiera de ellas lo suficientemente grande para sacar sangre o para albergarse dolorosamente en la piel desnuda. Podrías mover la arena toda la noche y nunca encontrar todas las astillas. Pero algunas pequeñas astillas en la arena evitaron su alcance, dejando grandes, filosos fragmentos esperando alrededor. Con el tiempo, el mar gastaría cualquier esquirla hasta que la arena y las astillas fueran una sola. Hasta entonces, ella pensó, tu solo te arriesgas y esperas nunca pisar el vidrio roto.

Sus piernas estaban entumidas para cuando terminó. Ella se estiró y suspiró, luego tomó cuidadosamente la bolsa. El vidrio dentro sonó suavemente mientras ella buscaba en la arena por última vez. Nunca podrás encontrarlas todas, pensó. Sara se quitó unos mechones de pelo húmedo de sus ojos con una mano llena de arena. Tendrá que ser suficiente. Tiró la bolsa de astillas en un bote de basura cercano y se dirigió de nuevo a la orilla del mar.

Una bolsa menos de vidrio. Unas cuantas astillas menos para ensuciar la playa. No una barrida limpia, pero tendrá que ser suficiente.


Autor: Phil Brucato

Traducción: Mike


4 comentarios:

vixen kitten dijo...

I found something to translate your blog for me.

What a great story! I enjoyed it so much.

Merry Christmas, Sweetie.

xoxo
~vk~

I'm not sure how this will work, but let me try!


He encontrado algo para traducir tu blog para mí.

Qué gran historia! Lo disfruté mucho.

Feliz Navidad, cariño.

Anónimo dijo...

Hola, ¿eres escritor?
Quisiera saber porque te intereseó mi blog.

Me gustan tus historias pero dime quienes son tus ilfuencias literarias.
Porque yo tambien escribo como quien dice una historia pero mi propósito es aprender el arte de las letras.

sinnombre dijo...

Hola, pasando a saludar y tambien para invitarte a que pases y veas mi blog a ver si encuentras algo de tu agrado y si te gusta intercambiemos enlaces, una suerte de fucionar dendritas o algo asi diria yo,je.
Saludos y hasta la proxima.

Las Buenas Nuevas dijo...

Te juro que existen las buenas noticias, fijate